Es noche cerrada. Apenas hay luna. La poca nieve que queda ilumina, como pinceladas sueltas, la casa de la ladera. La familia duerme plácidamente ajena a lo que sucede fuera. Hasta que empiezan los susurros. Al principio parece que son las hojas agitadas por el viento, pero no sopla. Los extraños ruidos parecen llegar de todas partes y Ainhoa y sus hijas empiezan a tener miedo. Por las ventanas oscuras se ven criaturas de otro mundo.
Más tarde, cuando amanezca, Nerea irá, como cada mañana, en su coche a recogerlas y no estarán en la casa, ni en el jardín, ni en ningún otro lugar de este planeta.
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