Aparecieron de repente, de noche y echando chispas, cinco toros negros zaínos de cartón piedra. Silencio. La gente corrió delante, sin trapo, recorriendo la calle llena de humo y con olor a pólvora. Sin heridos. A los veinte minutos, tras la quema de los fuegos de artificio, volvieron al redil. Aplauso.
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