En un lugar no muy lejano existe un recóndito sendero, escondido, en cuyo interior imperan las sombras y el frío, y en donde sólo se escucha el chasquido de las hojas al caer.
El sendero se va estrechando conforme se adentra en él. Los árboles que lo custodian son antiguos y umbríos, y a su interior no pueden acceder ni humanos, ni lobos ni cuervos.
A ambos lados, en sus paredes de ramas y hojas, crecen helechos y musgos, y entre ellos asoman, a veces, destellos misteriosos como de lágrimas sueltas que brotan del rocío y transforman el sendero en una fantástica cueva de diamantes de plata y agua cuando hiela o cuando hace frío.
En sus profundidades reina un silencio contenido que ni el viento ni el canto de los pájaros pueden romper, y que guarda el secreto de Mari, de las lamiak y de Basajaun. Y de las brujas también.
"Izena duenak izana du" (lo que tiene nombre existe).
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- El beso de la Sirena
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En sus profundidades reina un silencio contenido que ni el viento ni el canto de los pájaros pueden romper, y que guarda el secreto de Mari, de las lamiak y de Basajaun. Y de las brujas también.
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